Crónica de un fin de semana mágico
Hace ya 5 años que en esta misma web escribí por primera vez aquello de: “Qué bonito es ser Padurista”.
Por aquel entonces, el destino quiso que 3 de nuestros equipos jugaran y ganaran sus respectivas finales de copa exactamente el mismo día, un 4 de junio de 2017. Y para más inri, dos de ellas en el mismo lugar fuera de casa.
Estaba convencido de que lo que en aquel día se vivió no iba a volver a verlo jamás. Todo un club volcado con 3 de sus equipos, montando la mayor fiesta que he visto desde que estoy aquí.
Bien, pues vayamos con lo acontecido este fin de semana...
Senior masculino. 4 años sin estar en categorías Nacionales. Final Four y oportunidad de oro para volver a acercarnos a la categoría que este club merece. En definitiva, todos los ingredientes para picar, “que poco les hace falta”, a toda la masa Padurista y montarla buena.
De nuevo y como en aquella ocasión 5 años atrás, fuera de casa, y además, en casa del equipo más fuerte de la categoría: Leioa.
Comencemos por el sábado.
Tras quedar segundos en liga regular, como es lógico, nos toca medirnos al tercero que en este caso había sido The Brewers Ibaizabal, equipo al que ganamos los dos partidos de liga, pero no sin sudar sangre para lograr cada una de las victorias.
Es inevitable sentir un poco de presión, por aquello de partir como favoritos, pero única y exclusivamente por haber quedado por encima de ellos. Y es que con los pies en el suelo, afrontamos el partido sabiendo que puede pasar cualquier cosa.
Empezamos bastante enchufados, “no es difícil viendo la grada azul en su práctica totalidad, quién diría que jugamos en campo neutral...”.
Aun así, Brewers, equipo experimentado donde los haya, no nos da un respiro y nos pasamos los 3 primeros cuartos haciendo eso que en baloncesto se le llama hacer la goma, es decir, no conseguir despegarnos de ellos en ningún momento. Si que parece que a mitad del último cuarto encarrilamos el partido llegando a conseguir 11 de ventaja. Pero eh, no os olvidéis que jugamos contra Brewers, así que como manda el guion, ahí se vuelven a acercar para meternos el susto en el cuerpo y dejar el marcador final: 63-58. Fiesta en la grada, fiesta comedida dentro del equipo, y mucho cansancio acumulado para el día siguiente. Todo el mundo a casa descansar. Bueno, casi todo el mundo...
Ya el domingo, vestidos con nuestras mejores galas, literalmente, decidimos llegar a Leioa con tiempo para poder calentar bien las zonas afectadas del día anterior. En la puerta oigo a un jugador que dice: “Joder, si ya está toda la grada llena”. “Será exagerado...” pienso yo, “Pues menudo llamamiento han hecho los de Leioa” dice otro. Pues la razón ni para uno ni para otro. Entramos al pabellón y ahí están, a una hora de empezar el partido, nuestros fieles tarados de azul aplaudiendo la llegada de los jugadores más rezagados. “El campo es pequeño y no queremos quedarnos sin sitio” es lo que argumentan estos leales madrugadores. Dios, que subidón, y todavía falta una hora...
La afición de Leioa tampoco falla, y a pesar de llegar un poco más tarde, se monta en Kandelazubieta un auténtico infierno para los dos equipos, literal también en lo que a temperatura se refiere. Ambiente prepartido maravilloso que se traslada también a los 40 minutos.
En lo que al baloncesto se refiere, planteamos el partido de una manera totalmente diferente. Leioa, tras hacer una liga casi perfecta, es el claro favorito, y nosotros, con los deberes hechos, tenemos la sensación de que no tenemos nada que perder, a pesar de tener mucha hambre de victoria. “Tenemos que salir a disfrutar, y así, es como más opciones tendremos de ganar, jugando a lo que sabemos” son las palabras de Jon Ander antes del partido.
El partido, en cierta manera, se acaba pareciendo bastante al del día anterior, con la diferencia de que esta vez, la goma la hacemos con algo más de ventaja. Primero 10, luego 4 luego 7... Así nos pasamos casi todo el partido hasta llegar a los minutos finales. Un triple del recién bautizado como “Iceman” por unos enfurecidos, parece que nos da la tranquilidad que necesitamos para el último minuto y medio. Pero Leioa no había quedado primero por dar los partidos por perdido a falta de minuto y medio. Meten dos triples y con ello el miedo en el cuerpo. Llegamos a la última jugada del partido con dos arriba, dos tiros libres y 4 segundos por jugar. Como una final tiene que ser el reflejo de lo trabajado durante el año, es evidente que fallamos los dos tiros libres, no vaya a ser que el entrenador se enfade por cambiar el modus operandi ahora a última hora. Aun así, cogemos el rebote y ganamos el partido.
Auténtica locura. Auténtica fiesta. Los jugadores se conjuran en el centro del campo, la grada se viene abajo, y el entrenador principal con ellos. Inciso en la celebración, reconocemos el trabajo del subcampeón, el de la final y el del pedazo de año que han hecho, y seguimos a lo nuestro. Levantamiento de copa, foto de familia, champagne en el vestuario “con bombo y media grada incluida” y ovación a cada jugador que salía por la puerta del pabellón. En definitiva, subidón total que todavía me dura 24 horas después escribiendo estas líneas.
Podría acabar esta crónica copiando y pegando los dos últimos párrafos que escribí hace 5 años. Las sensaciones, esas que pensaba que no iba a volver a vivir, son exactamente las mismas. Auténtico orgullo. Auténtico orgullo por unos jugadores que no han dejado de creer en toda la temporada, y mucho menos en una final contra los favoritos. Auténtico orgullo por volver a ver a todo un club volcado por un objetivo común. Madres, padres, jugadores de todas las categorías, entrenadores, directivos... Todos saltando y gritando como si les fuese la vida en ello.
Y es que en cierto modo este pequeño club forma parte de las vidas de todos nosotros. Los amantes del baloncesto siempre decimos que es la cosa más importante entre las cosas menos importantes, y en días como el domingo es mucho más fácil contagiar de esa locura por nuestro deporte, y principalmente, de ese cariño por este pequeño club. Deportivamente hemos tenido épocas mejores, pero recientemente también bastante peores. Así que ojalá disfrutemos de cada buen momentito con la misma pasión del domingo, pero, sobre todo, ojalá sigamos demostrando que esto no se pierde cuando las cosas van mal dadas. En definitiva, hace 5 años, hoy y siempre: Qué bonito es ser Padurista.
U.M.